Una de mis mayores aficiones es la costura. Se remonta hasta mi más tierna infancia y lo primero que hice fue un patito en petit point con 7 años. Después vinieron cuadros más grandes y ambiciosos del mismo tipo, pero también se hicieron un hueco importante en mis labores el punto de cruz y la calceta. Es raro el año en el que no pruebo las novedades en hilo y lana para abrigarme del frío invernal que tan poco me gusta :)
Pero lo que más me llena de este tipo de manualidades es regalarlas. Se siente algo especial e inexplicable en todo el proceso de elaboración: mientras buscas el patrón que tienes en mente o diseñas tú mismo lo que quieres llevar a cabo, cuando eliges el tipo de hilo/lana y los colores y, sobre todo, cuando la mente se queda en blanco y sólo se centra en contar puntos. El momento en el que entregas el paquete esperas con más expectación que nunca que lo que hay dentro ilusione a la persona que tienes frente a ti: no es lo mismo que no le guste un quad de sombras de MAC que una labor hecha con tus manos.
En el caso de este gato de Cheshire aposté sobre seguro. A mi amiga Tera le encanta ‘Alicia en el País de las Maravillas’ y, sobre todo, este risueño felino. Además, es una fanática de Disney como yo. También jugaba con la ventaja de haber hecho este cuadro antes para otra chica (un beso a Alicia, una gallega preciosa y con mucha mano en la cocina) y conocía la reacción de Tera al ver las fotos.
¿Seguimos juntos al conejo blanco?